Título: Cancionero y romancero español
Autor: varios autores. Recopilación de Dámaso Alonso.
Año de edición: 1969
Época literaria: Edad Media, Renacimiento, Barroco.
Género: poesía.
Tema: varios.
Valores: amor, amistad, lealtad, valor.
“— ¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.”
El Cancionero y Romancero español recoge toda nuestra primera literatura tradicional. La que va de boca en boca. Recoge los primeros suspiros de amor, las hazañas de nuestros primeros héroes, los primeros cuentos que se cantan.
Dámaso Alonso divide su antología en tres partes: Cancionero anónimo, Cancionero de autores conocidos y Romancero anónimo. En la introducción destaca el recopilador el Cancionero por ser, dice, menos conocido que el Romancero, que se empieza a estudiar desde el siglo XIX. Dedica especial atención a las jarchas, pequeñas composiciones en el dialecto español hablado por los mozárabes que quedaron “congeladas” en grandes poemas árabes y judíos. Son canciones de amor de una mujer a un hombre, canciones al “amigo ausente”. Me parecen deliciosas.
“¿Qué faré yo o qué serád de mibi?
¡Haribi,
Non te tolgas de mibi!”
(Amigo, ¡no te apartes de mí! ¿Qué haré, qué será de mí si tú me dejas?)
Estos y otros poemas líricos se recogen en el “Cancionero anónimo”
Más tarde, grandes autores conocidos desde el Siglo de Oro, como Góngora o Lope de Vega, hasta el siglo XX, como Lorca, recogen esta poesía popular. Glosan y repiten estas canciones. Son los que Dámaso Alonso recoge en el “Cancionero de autores conocidos”. Como muestra traigo estos delicados versos de Juan dell Enzina:
Ojos garzos ha la niña:
¿quién ge los namoraría?
Son tan bellos y tan vivos,
Que a todos tienen cativos;
Mas muéstralos tan esquivos
Que roban ell alegría.
El romance, en cambio, es narrativa en verso. Dámaso Alonso los clasifica por contenido en “histórico-legendario” de tema nacional o extranjero y de “tema novelesco”. El romance es un cuento cantado. Relatan historias sencillas pero con fuerte carácter lírico como El enamorado y la muerte o La doncella que fue a la guerra.
Los romances son también reflejo de los grandes episodios de nuestra historia, especialmente la Reconquista. Grandes héroes y villanos, reyes y traiciones, batallas ganadas y perdidas que se magnifican y se adornan. Son los romances de la destrucción de España por el rey don Rodrigo, de los Infantes de Lara, del cerco de Zamora y del Cid Campeador, y de la conquista de Granada. Se recogen también romances que proceden de leyendas medievales francesas o de la antigüedad clásica.
Mis preferidos, sin duda, son los romances del Cid. Al rey don Sancho lo matan en Zamora y le sucede su hermano don Alfonso. A este le hace jurar el Cid que no tuvo parte en aquella traición. El rey, enfadado, lo destierra un año y el Campeador, tan altivo, le responde así:
“—Que me place, dijo el buen Cid,
que me place de buen grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado:
tú me destierras por uno,
yo me destierro por cuatro.”
El Cancionero y Romancero español es un elemento vivo. Como recopilación de la tradición oral es corriente encontrar distintas versiones de un mismo romance. Abría esta reseña con unos versos del romance de Abenamar citados tal y como los aprendí de pequeña, recitados por mi madre. Para cerrar, os dejo estos mismos versos en la versión recogida por Dámaso Alonso:
“- Abenamar, Abenamar,
moro de la morería,
hijo eres de perro moro
y de cristiana cativa.
Tu padre llaman Alí
y a tu madre Catalaina.
Cuando naciste
estaba la luna crecida,
y la mar estaba en calma,
viento no la rebullía.
Moro que en tal signo nace
no debe decir jamás mentira.”
Lourdes G. Trigo
(dejo aquí el Romancero Viejo en edición digital de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)